Presentación del libro LA IGUAL LIBERTAD DE EDGARDO BOENINGER, de Margarita Serrano
Voy a hablar, primero, de la génesis de este libro: En abril 2008 Margarita Serrano me visitó en Cieplan y me propuso hacer un libro sobre la vida de Edgardo Boeninger, basado en conversaciones con él. Yo pensé que sería imposible convencerlo, pues su vocación de pasar de anónimo por la vida es proverbial. Para mi sorpresa, respondió que no entendía qué interés podía despertar su vida, pero que si Margarita Serrano estaba interesada, encantado de probar. Como se ve, a Edgardo Boeninger no se le ha quitado lo galante…. Llevé el tema al Comité Directivo de CIEPLAN, y el proyecto fue aprobado. Era que no! Edgardo Boeninger está en el ADN de Cieplan. Esa combinación entre técnica y política. Esa propensión al diálogo racional, no a los eslóganes ni estereotipos. Esa mirada de Chile desde una perspectiva comparada. Esa disposición al enfoque inter-diciplinario, especialmente entre economía y ciencia política. Dejémoslo hasta aquí; pues al leer el libro, uno confirma que hay parte del ADN de Edgardo Boeninger que los de Cieplan, lamentablemente, no compartimos: su pasión por el baile, por ejemplo; o por la hípica; en fin, su espíritu lúdico, relajado, libertario ¡qué por Dios que es escaso entre nosotros!!! Así fue como partió este proyecto. Semanalmente, Edgardo Boeninger y Margarita Serrano se instalaban creo que los jueves en la mañana, en mi oficina, a dialogar. No tuve mayor registro de lo que pasaba, salvo que cuando me encontraba con Edgardo en los pasillos y le preguntaba cómo iba el ejercicio, él insistía en decir que le parecía bien, que estaba entretenido, pero que no sabía a quién podía interesarle… No supe mucho más, hasta que al finalizar enero, Margarita Serrano me entregó un manuscrito, que me comprometí a leer en las vacaciones. Figuraba en el lago Ranco, y el manuscrito ahí, esperándome a que tuviera el ánimo de volver a los temas del trabajo, mientras continuaba leyendo a Murakami, Corman McCarthy y el Vida y Destino de Vasily Grossman. Mi madre estaba con nosotros, y para expiar mí culpa –con ella y con Margarita Serrano --, le pedí que por mientras leyera el manuscrito. Su comentario fue que lo encontró muy entretenido y bien escrito; lo que confieso me sorprendió; no que estuviera bien escrito, sino que fuese entretenido, pues yo suponía que el libro --conociendo el auto-control de Edgardo Boeninger—versaría más sobre políticas públicas que sobre el Edgardo Boeninger de carne y hueso. Como soy de aquellos que nunca se liberan (ni siquiera en el Lago Ranco) del llamado del deber, me instalé una mañana a leer el manuscrito. Y me fascinó, al punto que no lo pude dejar y quedó, con Grossman, MacCarthy y Murakami, en el sitial de las buenas lecturas de las vacaciones.
¿Qué me gustó, aparte de la escritura tersa, delicada y manifiestamente amorosa de Margarita Serrano? Lo que me gustó es que muestra, sin aspavientos, la génesis de un hombre público del siglo 20. Su vida de pensionado en el barrio Brasil. Su paso por la 2
universidad –que en el caso de Edgardo Boeninger, se repitió varias veces, pues fue un estudioso infatigable. Sus amistades. Sus amores. Su ingreso al Estado, a través del departamento de tránsito de la Municipalidad de Santiago. Para qué sigo… Todo esto va dibujando no sólo a una persona, sino a un tiempo, a un siglo, a un Chile que tuvo en Edgardo Boeninger a un protagonista destacado. Todo esto, insisto, sin tesis de ningún tipo, sin grandilocuencia; sólo a través de pequeñas historias, de guiños, de silencios, de dudas; creando un clima de intimidad y reflexión. Leer el libro, por lo tanto, es conocer a Edgardo y su tiempo; como si una y otra cosa fuera casi la misma cosa. Aparecido marzo me junté con Margarita Serrrano e Isabel Buzeta de Uqbar, nuestra editora, quien también había leído el manuscrito. Coincidimos que teníamos entre manos algo potente. El problema que teníamos es que Edgardo Boeninger no lo había leído, y yo temía que, si lo hacía, podía echarse para atrás, o pedirnos que licuáramos algunos pasajes que, la verdad, están entre los más sabrosos del texto. Pero Margarita nos dio seguridades que eso no ocurriría, y así fue. Vino después la discusión sobre el título, en la que fui derrotado –como me ocurre bastante a menudo. Yo propuse llamarlo DIRECTOR DE TRÁNSITO. Yo sé que suena feo y que no es muy comercial, pero creo que ilustra lo más profundo de Edgardo. Creo que el vector que explica las múltiples vidas de Edgardo es este: trabajar obstinadamente para las cosas fluyan sin restricción –ya se trate de personas, de ideas, de formas de vida, y de mercancías. Remover obstáculos para transitar con libertad: esta me parece a mí que es la máxima de Edgardo; y no es por nada, entonces, que él ha quedado registrado como el gran arquitecto de nuestra Transición…. Después de haber sido descartado mi título, y elegido el precioso título que tiene, sacado de una frase del propio Edgardo Boeninger, vino el esfuerzo de edición, encabezado con enorme talento y gran pulcritud por Isabel. Como Cieplan quiero decir que nos llena de orgullo haber contribuido a sacar este libro sobre alguien que es parte fundamental de nuestra historia. Para algunos, como colega, como socio de muchas gestas que cambiaron el rostro de Chile. Para otros, como yo, como maestro, sea el departamento de Santa Lucía donde funcionaba bajo su égida el Grupo de los 24 a comienzos de los 80, sea en el CED donde se gestó la Concertación y se ideó la transición, sea en La Moneda con el Presidente Aylwin, sea ahora en Cieplan pensando sobre AL. Para todos, creo yo, Edgardo Boeninger es un ejemplo de integridad, de humildad, de curiosidad, de jovialidad, de amor (basta verlo con la Martita), y por sobre todas las cosas, de buen humor. Muchas gracias. Eugenio Tironi 23 de junio de 2009
viernes, 17 de julio de 2009
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